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El legado de Eusebio Lillo al MNBA

La colección del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) –que hoy suma más de 6000 piezas– comenzó a formarse durante la segunda mitad del siglo XIX. Algunas piezas fueron compradas, mientras que otras ingresaron en calidad de préstamo o comodato. Muchas fueron donadas o legadas por coleccionistas privados que –animados por diferentes motivaciones– cedieron parte de su patrimonio a la institución. También se incorporaron trabajos de artistas chilenos becados a Europa por el Estado, realizados para demostrar los avances logrados durante su estancia en el exterior. 

Entre las personalidades que contribuyeron a la formación de este acervo fundacional se destaca la figura del poeta y alto funcionario Eusebio Lillo Robles (1826-1910). Si bien se lo recuerda sobre todo como autor de la letra de la Canción Nacional, Lillo desempeñó a lo largo de su vida las más diversas actividades: fue hombre de negocios, senador y ministro, ejerció el periodismo y desarrolló una amplia producción literaria. Asimismo, cultivó múltiples intereses, entre ellos, la apreciación y el coleccionismo de artes plásticas.

La pinacoteca de Lillo

Eusebio Lillo mantuvo una estrecha relación con el Museo como miembro de su Comisión de Bellas Artes entre 1887 y 1903. Dicho consejo estaba conformado por intelectuales y artistas, y su función era gestionar las tareas y actividades de la institución, incluyendo la adquisición de obras (principalmente pinturas y esculturas). 

En forma paralela, Lillo mantenía un “verdadero museo” en su casa de calle Chacabuco, en el actual barrio Yungay de Santiago. Poco se sabe, sin embargo, sobre cómo o por qué formó su colección. Algunas piezas habrían sido adquiridas durante un viaje a Europa y otras, en Bolivia. Por otra parte, su conexión política y social con algunos artistas locales pudo haber influido en la adquisición de ciertas obras. Como fuere, las más de 120 obras que llegó a acumular –entre pinturas al óleo, acuarelas y dibujos– daban buena cuenta de su gusto refinado y profunda afición artística.

En su testamento, Lillo dejó estipulada la entrega de su pinacoteca al Museo Nacional de Bellas Artes. El conjunto –que durante varias décadas fue exhibido en una galería dedicada al benefactor– ejemplifica los géneros y temas pictóricos que las comisiones oficiales favorecieron entre los años 1880 y 1910: paisajes, retratos, naturalezas muertas, desnudos, escenas históricas y mitológicas, representación de interiores domésticos y costumbres familiares, e iconografía religiosa. Algunas obras de la colección constituyen ejemplos paradigmáticos del arte nacional de la época y se exhiben de manera permanente en la institución desde que ingresaron a esta, como es el caso de La perla del mercader (1884), de Alfredo Valenzuela Puelma, pintor por quien Lillo tuvo especial predilección. 

Descarga el artículo completo “El legado de pinturas de Eusebio Lillo al Museo Nacional de Bellas Artes”, por Marisol Richter S.