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Itinerario de la colección del MNBA

Indagar en la historia de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes representa una extraordinaria vía para comprender los cambios que la institución y el gusto artístico han experimentado a lo largo del tiempo. Desde su creación en 1880, el peso de las tradiciones artísticas europeas, la promoción y el resguardo del arte nacional, y el interés por determinados artistas extranjeros se han conjugado en distinta medida, de acuerdo con la vocación institucional predominante en cada época. 

Durante sus primeras décadas de existencia, la colección se amplió no solo en cantidad sino en variedad, incorporando nuevas temáticas y referentes. Su conformación se vio fuertemente marcada por los imperativos del gusto y la tradición artística europea. Ello se aprecia en la incorporación de obras –atribuciones o copias– de los grandes maestros, considerados como principales referentes para la formación académica de los creadores nacionales y para el desarrollo del gusto en el público. No obstante, al finalizar el siglo XIX los artistas chilenos se alejaron gradualmente de las tendencias exclusivamente europeas, para volcar su atención sobre temas locales –en especial, la representación de la naturaleza– y soluciones formales que dan cuenta de una creciente autonomía artística.

Acento en la creación nacional

Una de las iniciativas a través de las cuales se concretó el apoyo al arte nacional que la institución se propuso brindar desde un principio fue la organización del Salón Oficial, que permitía a los creadores locales exhibir sus obras una vez al año en las dependencias del Museo. Fue precisamente a partir de estas exposiciones que la institución adquirió una cantidad considerable de obras de artistas chilenos, expandiendo una colección que, con el tiempo, permitiría reconstruir los itinerarios del arte en Chile.

Además del ingreso de obras adquiridas por esta vía, otros dos hitos marcaron giros significativos en la colección. El primero de ellos se sitúa en 1910, año de celebración del Centenario, cuando ingresaron cerca de 250 obras, mayoritariamente contemporáneas, que darían un carácter comprensivo y moderno al conjunto. El segundo corresponde a la adquisición de la colección de Luis Álvarez Urquieta en 1939, por medio de la cual se incorporó un conjunto de 377 piezas, principalmente de arte chileno, que ampliaron numérica y cronológicamente el acervo artístico nacional.

Descarga el artículo completo “Museo Nacional de Bellas Artes: Itinerario de una colección”, por Marcela Drien.