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Las fotografías de esta serie fueron realizadas en las cuevas de Punta Chueca, un pequeño enclave situado entre el desierto y el mar en el Estado mexicano de Sonora. Aquí, la artista buscó explorar las relaciones del cuerpo con la geografía y la historia del lugar; las relaciones del cuerpo desnudo con el escenario de una naturaleza “salvaje”, donde ambos cuerpos sucumben a la historia de la modernidad y su afán estructurador y cosificador.
El territorio del Estado de Sonora no ha estado exento de despojos culturales y físicos, específicamente el que involucra a algunas comunidades y etnias que antes de la llegada de los españoles practicaban una vida nómade. La historia da cuenta que al momento de la colonización sus formas de vida sufrieron un cambio violento y radical.
Sobre la huella de arte rupestre que se observa en una de las imágenes, en el Estado de Sonora se han hallado más de 200 sitios con representaciones en piedra y roca (petroglifos) y sobre la roca inclinada o totalmente horizontal (geoglifos). Aunque se estima que esta técnica de grabado es de carácter milenario, la fecha de creación pertenece a un periodo amplio prehispánico.
